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Vivimos en una sociedad que parece obsesionada con que la maternidad no deja huella. Nos felicitan cuando «no se nos nota» haber tenido un hijo, como si fuera una hazaña borrar todo rastro de ese evento transformador. Basta con mirar las revistas y redes sociales: mujeres famosas posando con cuerpos escultóricos poco después de dar a luz, como si nunca hubieran pasado por un embarazo. Y en los comentarios, una y otra vez, la misma admiración disfrazada: «¡Mariana dio a luz hace un mes y ya está como si nada hubiera pasado!»

Pero, ¿por qué habría que ocultarlo? ¿Por qué se nos insta a borrar la experiencia de la maternidad, a minimizar los cambios físicos, emocionales y mentales que conlleva? Es como si tener un hijo fuera de un pequeño accidente que hay que corregir rápidamente, para poder volver a la normalidad. ¿Pero cuál normalidad? La que existía antes de ser madres, como si el después no importara, como si no tuviera valor.

La pareja que deja de serlo

Cuando alguien se casa, se organiza una despedida de soltero, una celebración del cierre de una etapa y el inicio de otra. Pero cuando se tienen hijos, la narrativa es diferente. En lugar de reconocer que la pareja se transforma para siempre en una familia, se insiste en que hay que «seguir haciendo vida de pareja» . Como si el gran truco fuera lograr que la presencia del hijo no afecte en lo más mínimo la dinámica de antes. Tal vez deberíamos instaurar una despedida de pareja en el séptimo mes de embarazo, una reunión para reconocer y celebrar que todo está por cambiar de manera irreversible. No para lamentarlo, sino para aceptarlo con plenitud.

Claro que esto no significa que las parejas deban dejar de existir o que las madres no puedan encontrar espacios propios fuera de la crianza. Pero lo que sí hay que entender es que la maternidad transforma, y ​​pretender que todo siga igual no solo es injusto, sino que genera una presión innecesaria.

La invisibilización en el mundo laboral

En el ámbito laboral, esta expectativa de que la maternidad no altere nada se vuelve aún más cruel. Se espera que las mujeres atraviesen el embarazo sin incomodar, tomen su licencia y vuelvan al trabajo como si nada hubiera pasado. La lactancia materna, el sueño interrumpido, los cambios hormonales, la nueva dinámica familiar… todo eso debe quedar fuera del radar.

Ser madre en un entorno laboral es, muchas veces, un obstáculo. En México y Ecuador, aunque existen regulaciones como la norma de lactancia , en la práctica sigue habiendo desafíos. La falta de flexibilidad en los horarios, el desconocimiento sobre la importancia de la lactancia materna y la carencia de infraestructura adecuada dificultan la conciliación entre la maternidad y el trabajo.

Las cabinas de lactancia han sido una solución efectiva en muchas empresas, ya que permiten que las madres amamanten o extraigan leche de manera cómoda y digna. Sin embargo, no basta con instalar estos espacios: también es fundamental capacitar a los equipos de trabajo para normalizar su uso y fomentar una cultura laboral que realmente apoye la maternidad.

Hacia una cultura laboral más humana

Es momento de abrir espacios de diálogo y cuestionar estas narrativas que invisibilizan la maternidad. En Latinoamérica, donde la familia es un pilar central, las empresas tienen la oportunidad de liderar el cambio y demostrar que apoyar la maternidad no es un lujo, sino una inversión en bienestar y productividad.

Está comprobado que quienes logran equilibrar su vida personal y familiar con su carrera profesional suelen ser más responsables, empáticos y comprometidos con su trabajo. Las empresas que entienden esto y apoyan la maternidad a través de licencias justas, espacios de lactancia adecuados y horarios flexibles no solo están invirtiendo en el bienestar de sus trabajadores, sino también en su propio éxito.

Una cultura laboral realmente productiva y sustentable es aquella que ve a sus integrantes como personas completas, no como engranajes que deben ajustarse a un sistema rígido. La maternidad no es una enfermedad ni una debilidad, es una etapa de vida que merece ser reconocida, apoyada y valorada.

Si queremos construir entornos más inclusivos y justos, tenemos que dejar de celebrar que «no se note» la maternidad y empezar a celebrar el hecho de que las madres existen, y que su experiencia tiene un valor inmenso, tanto en el hogar como en el mundo laboral.