Hablar de conciliación sin hablar de maternidad y paternidad es vivir de espaldas a la realidad.
Conciliar no es solo una cuestión de horarios. Es una forma de reconocer que las personas trabajadoras también cuidan, que los hijos no aparecen por generación espontánea, y que la crianza —como la productividad— requiere de estructura, tiempo y apoyo.
Y sin embargo, en pleno 2025, seguimos hablando de conciliación como si fuera un beneficio opcional, y no una responsabilidad compartida entre empresas, familias y políticas públicas.
¿Qué dicen los datos?
En México, apenas el 45 % de las empresas ofrece políticas de conciliación reales (INEGI, 2024).
¿Y el resto? Sigue esperando que las personas ajusten su vida familiar al reloj laboral, como si cuidar fuera un asunto privado, un “tema doméstico” que no interfiere con el trabajo… hasta que lo hace.
En Ecuador, más del 60 % de mujeres afirma que la maternidad limita sus oportunidades laborales (INEC, 2023).
No es un dato nuevo, pero sigue siendo alarmante. Porque no hablamos de casos aislados, hablamos de una estructura laboral que todavía penaliza el cuidado y premia la disponibilidad total.
Corresponsabilidad en serio
El ejercicio de la paternidad no es “ayuda” a la madre. No es una palmadita en la espalda por cambiar un pañal o acompañar al pediatra.
Es un rol propio. Con presencia, decisiones, tiempo y afecto.
Y para hablar de conciliación real, la paternidad debe ser entendida como lo que es: parte esencial de la crianza, no un apoyo secundario.
Desde Lactarum, trabajamos con empresas que quieren generar ese cambio de mirada. Que entienden que el compromiso con la equidad no pasa solo por “tolerar” licencias o ajustar horarios por maternidad, sino por construir entornos que reconozcan la corresponsabilidad como un principio organizacional.
¿Y qué tiene que ver todo esto con la lactancia y el trabajo?
Muchísimo.
Porque cuando hablamos de conciliación, no podemos dejar fuera las condiciones reales que enfrentan quienes deciden maternar y trabajar al mismo tiempo.
Y porque la lactancia materna no se sostiene solo con voluntad, sino con estructuras claras y apoyo constante.
Las empresas tienen la posibilidad —y la responsabilidad— de acompañar esa etapa con acciones concretas:
Habilitando un módulo de lactancia digno, limpio y accesible para la extracción de leche materna.
Respetando y promoviendo las pausas para extracción de leche, tal como lo establece la norma de lactancia materna.
Garantizando el adecuado almacenamiento de leche materna dentro del entorno laboral.
Desarrollando un programa de lactancia materna que no se limite a cumplir con lo legal, sino que acompañe emocional y logísticamente el proceso.
Sensibilizando al equipo sobre el impacto de estas prácticas en la salud, el bienestar y el compromiso del personal.
Estas medidas no son concesiones. Son parte de una política de cuidado integral que beneficia a todas las personas: madres, padres, infancias… y también a la propia empresa.
La conciliación no es un favor
Pensar que la conciliación es un “gesto” de buena voluntad empresarial es parte del problema.
La conciliación no es «un favor» de la empresa.
Es una responsabilidad colectiva.
Implica asumir que cuidar también es trabajo. Y que, como todo trabajo, necesita condiciones adecuadas, tiempos razonables y reconocimiento.
Cuando eso no sucede, el costo se paga —una vez más— desde el lado de la maternidad.
¿Qué podemos hacer?
- Revisar nuestras políticas.
- Escuchar las experiencias reales del personal.
- Incorporar cambios desde el diseño de la cultura organizacional.
- Compartir datos, informes e historias que pongan en evidencia lo urgente y lo posible.
Desde Lactarum, trabajamos todo el año para acompañar a empresas que buscan cambiar el rumbo.
Lo hacemos diseñando soluciones, formando equipos, instalando espacios de lactancia y acompañando la implementación de prácticas más humanas y sostenibles.
Porque sabemos que amamantar y trabajar sí es posible, pero no sin redes, sin estructura, y sin empresas que se comprometan más allá del discurso.
Conciliación con cuidado, con presencia y con derechos.
Eso también se construye desde el trabajo.