En una era donde la modernización y la tecnología pareciera alejarnos del contacto con las personas llevándonos a la virtualidad, es destacable que en la misma proporción existe cada vez más personas que redescubren la importancia de algunas prácticas ancestrales. Entre ellas, la lactancia materna y las redes de crianza han resurgido como aspectos fundamentales para el bienestar infantil y comunitario. Sin embargo, es necesario destacar que lejos de ser una «moda», o de promover algo novedoso es, en realidad, un retorno a las raíces de nuestra humanidad. Merece reforzar la perspectiva respecto a estas prácticas porque forman parte de los saberes ancestrales de las comunidades indígenas de América Latina.
Lactancia materna: Un legado de vida y espiritualidad
En las comunidades indígenas de México, Ecuador, Perú y Centroamérica, la lactancia materna ha sido siempre más que una necesidad física. Se trata de un acto profundamente espiritual que une a la madre con su bebé y con la naturaleza. Las madres en estas comunidades, como los mayas en México o los kichwas en Ecuador, creen que al amamantar transmiten no solo nutrientes, sino también energía vital y sabiduría ancestral. La leche materna se entiende como un vínculo sagrado, uniendo el pasado con el presente, a la madre con la Pachamama o Madre Tierra.
Estas creencias destacan la lactancia como una práctica integral, que no solo nutre el cuerpo del bebé, sino que también asegura su bienestar emocional y espiritual. Lo fascinante es que estas ideas han existido durante siglos, aunque en muchos casos, la modernización las ha minimizado en favor de prácticas más «eficientes» o industrializadas.
Redes de crianza: Una responsabilidad comunitaria
Junto a la lactancia, las redes de crianza también forman parte de este legado ancestral. En diversas culturas indígenas de América Latina, como los quechuas de Perú o los zapotecos en México, la crianza de un niño es vista como una responsabilidad colectiva. Las abuelas, tías y otras mujeres de la comunidad participan activamente en el cuidado y educación de los pequeños, en lo que se conoce como lactancia compartida. Esta práctica simboliza el compromiso de toda la comunidad con el bienestar del niño, lo que contrasta profundamente con la visión individualista de la crianza que predomina en muchos sectores de la sociedad moderna.
Lo que hoy consideramos como un «nuevo» enfoque de crianza respetuosa o crianza en tribu, es en realidad una vuelta a los valores ancestrales que reconocen la importancia del apoyo colectivo en la crianza de los hijos. Esta forma de crianza permite a las madres contar con redes de apoyo emocional y físico, asegurando que los niños crezcan rodeados de afecto y seguridad.
Redescubriendo lo ancestral en medio de la modernidad
En un mundo que avanza vertiginosamente hacia la tecnificación y la «inteligencia artificial» en todos los aspectos de la vida, a menudo olvidamos que somos organismos vivos, no máquinas. Necesitamos de la conexión humana, del afecto, del cuidado colectivo y del respeto por los ciclos naturales que definen nuestras vidas. La lactancia materna y las redes de crianza nos recuerdan que, aunque hemos logrado avances impresionantes en muchos campos, no podemos perder de vista lo que realmente importa: la calidez, la conexión y el respeto por los saberes ancestrales.
Lo más interesante es que esta «tendencia» de volver a nuestras raíces no solo se está reconociendo a nivel individual, sino también a nivel institucional. En varios países de América Latina, como México, Ecuador y Perú, se han implementado normativas que promueven la lactancia materna y el respeto por los derechos de las madres lactantes en el ámbito laboral y público. Estas políticas son un paso importante para preservar nuestras tradiciones y asegurar que estos saberes ancestrales no se pierdan en el camino hacia la modernidad.
Reflexión final: Celebrando nuestras raíces
Lo verdaderamente revolucionario hoy es mirar hacia el pasado, no solo para reconocer los avances logrados, sino para reflexionar sobre lo que nunca debemos dejar atrás. Hay prácticas, como la lactancia materna y las redes de crianza, que siguen siendo esenciales para nuestra humanidad. . Algunas cosas cambiaron para bien, pero otras deben ser recuperadas porque, en su esencia, nos conectan con lo más profundo de nuestra naturaleza y nuestras raíces.
Al mirar hacia el futuro, es esencial que sigamos apoyando estas prácticas, no solo a nivel personal, sino también a través de normativas que promuevan y protejan estos derechos. Celebramos los avances que se están logrando en muchos países de América Latina, con respecto a la lactancia materna pero debemos preguntarnos: ¿Estamos haciendo lo suficiente? ¿Cómo podemos asegurarnos de que las futuras generaciones crezcan reconociendo el valor de la lactancia y de la crianza en comunidad?
Recuperar nuestras raíces no solo nos conecta con nuestro pasado, sino que también nos ayuda a construir un futuro más humano, cálido y respetuoso con la naturaleza y con nosotros mismos.