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Hace unos días recibí un video de las medidas de bioseguridad adoptadas en escuelas y colegios de Francia y China, que han abierto nuevamente sus puertas. La imagen que más me estremeció, fue ver a niños de aproximadamente 3 o 4 años sentados en el patio de la escuela, dentro de cuadrados pintados en el suelo y distanciados por lo menos por tres metros de sus otros amigos, que también se encontraban encerrados en sus respectivos cuadrados. Tengo dos hijos de esas edades y no me los imagino en esos solitarios espacios. Me parece increíble pedir a un niño, que es solo un “niño” que juegue dentro de esas murallas imaginarias, sin aproximarse a sus amigos. Por otro lado, vi una imagen dentro del salón de clases en el que los pupitres tienen unas estructuras a manera de cubículos que los protegen de cualquier gota contaminada por COVID-19. Entonces, mi pregunta es ¿qué les estamos enseñando a los niños exactamente? Si su mayor deseo y felicidad es la interacción social a través del juego, la imaginación y compartir con sus compañeros; pero con las barreras físicas e imaginarias estos deseos son coartados. Entonces pienso que el miedo es una buena estrategia. Y la conclusión obvia es presumir que esta situación, no solo la viven los niños, sino la mayoría de la humanidad. Desde que se descubrió el COVID-19, China decidió que el aislamiento era la mejor solución y así como nos trajo el virus, nos marcó la hoja de ruta, que la han seguido la gran mayoría de países del mundo, sin cuestionar si verdaderamente era la mejor medida. 

¿Estamos paralizados por el miedo?

Ahora que poco a poco el aislamiento se va flexibilizando y tenemos mayores “libertades”, algunos las usan y algunos no -y está bien- cada uno tiene su proceso de preparación para la salida de su cueva; pero ¿por qué nos sucede esto? porque el mundo entero uso la estrategia del pánico colectivo, a través del conteo de los fallecidos y de la escasez de los ataúdes. Al inicio de la cuarentena, escuché a una psicóloga recomendar, no ver las noticias tantas veces al día porque los mensajes negativos afectan al estado de ánimo, y yo añadiría que corres el riesgo de caer en el morbo, la depresión y el pánico. Justamente ahora pienso en la trillada pero verdadera frase “el problema no es la situación, sino la actitud que tomes frente a ella”, y en este paréntesis que nos ha regalado la vida, como una oportunidad para repensarnos en muchos aspectos. Entre las grandes y generalizadas conclusiones está la urgente necesidad de lograr sociedades más humanas y niveles de consciencia más altos a todo nivel, desde la gestión de los gobiernos, pasando por las empresas y el comportamiento de los mismos individuos. Y me pregunto nuevamente ¿cómo vamos a alcanzar este objetivo, si sospechamos del que estornuda en la calle, miramos mal al que tose, nos cambiamos de vereda si alguien tiene mal puesta la mascarilla? No estoy en contra de las medidas que precautelen la salud, pero sí estoy rotundamente en contra de volver a la “nueva realidad” con un proceso deshumanizador que nos invita a actuar desde el miedo y nos ha hecho perder el sentido común.